Concesiones al Demonio y Cocina rápida para tortugas 2

Si a comienzo de verano pusimos broche a la temporada con Asesinato en el club nudista de Roberto Malo (ilustrado por Abraham Pérez) y La Perdición Fucsia de Fermín Moreno (ilustrado por David Guirao) en el marco incomparable de Bibliocafé en Valencia, Cocina rápida para tortugas, de Pepe Serrano e ilustrado por Mar Villar, ha sido recomendado como lectura de interés por la prestigiosa Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Como decía Javier Vázquez en la entrevista que le hizo a Pepe Serrano el pasado 14 de julio, esto supone una 'estrella Michelin' en el haber del autor zaragozano, que con su segundo libro ha terminado por conquistar al público infantil y a la crítica más exigente. Tal ha sido el éxito del menú literario de este chef de las letras, que a finales de año la editorial publicará un segundo volumen de Cocina rápida para tortugas con 21 flamantes cuentos, ilustrados de nuevo por Mar Villar.




Pero antes y después tenemos varias sorpresas para nuestros lectores, como la web que estrenaremos en otoño o el primero de los títulos de ensayo-divulgación que aparecerá por esas fechas. La más inmediata, para este septiembre, una joya literaria destinada a convertirse en un referente de la narrativa del siglo XXI: Concesiones al Demonio, la primera novela de Óscar Sipán.
Sipán, que ya ha demostrado sobradamente dominar el retrato del alma humana en sus cuentos y relatos (muchos de ellos traducidos a varios idiomas), termina por destaparse ahora con esta novela valiente e intensa donde cada página se convierte en un espejo y un reto para el lector: reconocerse a través de sus semejantes. La portada, a cargo de Óscar Sanmartín, nos advierte ya de ese rico universo sipaniano, invitándonos a entrar en una historia que empieza así:

MAMÁ DECÍA que en una casa la sombra de un hombre era muy importante. Pienso en ella, en sus frases lapidarias y refranes de otro tiempo, en su talento natural para la indiscreción, mientras tiendo la camisa favorita de Leandro. Alzo la vista para localizar el maullido de una gata en celo y encuentro al ex ciclista profesional, la joya de la comunidad, mirándome el escote con una taza de café entre las manos.

Hace una mañana soviética. En el autobús que me lleva al centro observo a la gente, invento su pasado y los clasifico antes de clavarlos en mi colección de insectos: cajeras de ropa ceñida y mala suerte, jubilados desollando recuerdos como cabelleras de colonos, hijos del remordimiento, Mata Haris de hipermercado, pintores infravalorados, zánganos, fanáticos de Cristo y fanáticos de Johnnie Walker. Un vendedor se quita el anillo de casado antes de iniciar una conversación con una chica ecuatoriana. Un estudiante detiene su avance al descubrir el cartel de Prohibido hablar con el conductor. Un chino de mediana edad se limpia las gafas con la manga de la camisa y me mira, descubriendo mis secretos (si mil millones de chinos tuvieran al mismo tiempo una premonición, se cumpliría). Un maniquí a medio vestir me clava sus pupilas vacías en una tienda de trajes de boda. Una niña con coletas hace una pompa de jabón y me sonríe, infundiéndome valor, como esas corrientes tropicales que derriten los polos: è una festa la vita.

Nos vemos y leemos en breve, a la vuelta de vacaciones. Con Concesiones al Demonio y Óscar Sipán.